(cont. La hora del San Martiño)

 

El día de la matanza el cerdo se siente extraño.
Percibe a mucha gente deambulando por la casa
y mucho alboroto. Quizá sepa que es su último día.

 

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Aunque el día propio es el de San Martiño (11 de noviembre), la matanza, para comodidad de todos, suele hacerse cualquier sábado a partir de esa fecha, siempre que sea tiempo de frío o heladas y la luna esté en cuarto menguante (con luna llena los jamones cogen cismas, lo que aquí se llama bicho). Este año hay luna llena el 23 de noviembre, y menguará en los días siguientes, por tanto es muy posible que los días elegidos para matar al cerdo sean el sábado 27 de noviembre o el sábado 4 de diciembre.

A los cerdos se les alimenta con verdura, patatas, harina, maíz, cebada, picón, castañas, bellotas y con todo alimento que sobre en la casa, aunque cuanta más hierba y verdura coma y cuanta más agua beba, mejor. Y se les mata cuando cuentan un año y medio de edad o algo menos, preferiblemente después de que hayan tenido crías. Puede pesar entonces alrededor de 130 kilos.

El último día no se le da de comer para que tenga las tripas vacías. Cuentan que el cerdo presiente su muerte y se pasa la noche golpeando las puertas de la cuadra. El saber popular lo explica de otra manera: "esa noche se levanta siete veces para comer a su dueño". Pensará el cerdo que su vida es la más contradictoria de todos los animales de la casa: vive sin trabajar y viendo su gula alimentada para acabar sufriendo una muerte alevosa a manos de sus dueños. Pero "a todo cerdo le llega su San Martiño", como dice la fraseología con segundos significados.


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